El estudiante, con la mano izquierda en el bolsillo de su deslavado pantalón y con la derecha cargando un libro, caminaba junto al verdoso lago del parque municipal. En él, los patos nadaban y chapoteaban mientras pensaba "Estos animales son el cine para las personas como yo... los pobres y los olvidados". El cielo estaba cubierto de nubes viscosas y vaporosas, dándole oportunidad nula al sol de verano para brillar. Se sentó en una banca oxidada frente al lago y se dispuso a leer. En plena lectura, un pato se le acercó y dio un brinco a la banca donde se hallaba y se asomó a la página que el lector devoraba con ahínco religioso. "No sabía que Simbad el Marino fumó hachís con Aladino. Por eso detesto vivir rodeado de puros patos, nunca me entero de nada de la farándula literaria, todos son unos tontos que solo se preocupan por cazar a la lombriz mas gorda y jugosa" le dijo el animal al interrumpido lector. Éste, al escuchar la queja del pato, regurgitó la página, le sacudió la saliva, la dobló en cuatro y la metió en el libro. "¿Cómo sabes lo que es el hachís?" le inquirió el lector. "No me subestimes, humano". La plática tornose fluida y dinámica, recorriendo temas de mutuo interés. El humano se sorprendió ya que, a pesar de nunca haber salido del parque, el animal estaba dotado de una refinadísima visión del mundo. Cuando el cielo se oscurecía y la gente comenzaba a irse, el pato le pidió que lo adoptara. Al ver el rostro contrariado y confundido del estudiante, el pato le explicó que si se lo llevaba él tendría la deseada compañía y él acceso a su vasto librero, atiborrado de literatura que anhelaba leer. Después de pensarlo, aceptó y se lo llevó entre brazos, mientras el pato les parpaba por última vez a sus atolondrados amigos (que no notaron su partida debido a la pelea que se estaba originando por la potestad de Godofredo la lombriz, criatura juguetona que audazmente logró escabullirse y resguardarse bajo tierra; narración que reservaré para otra ocasión).
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