Archivo del Blog

sábado, 7 de diciembre de 2019

El lago encantado.




Un caballero, con aire quijotesco, salió de una cabañita que moría lentamente, abandonada a su suerte. Hombre alto y delgado, con el rostro cansado y unas grandes ojeras que colgaban de sus cuencas. Los girasoles rodeaban a la cabaña, el lago limítrofe era azul cristalino y el sol se ocultaba en poniente. Salió sacudiéndose el polvo de la herrumbrada armadura, aún amodorrado. La barbilla le colgaba del mentón, con canas filtrándosele. Metiéndose los dedos a la boca, ladeándose hacia atrás, lanzó un silbido. Con el rostro ruborizado y los pulmones vacíos, se dejó caer sobre su retaguardia, quitándole la vida a cuatro girasoles. El descanso no fue prolongado, ya que medio minuto después apareció un corcel, blanco como la nieve y majestuoso como cualquier catedral decimonónica. Lo montó y juntos emprendieron el trote. Pasaron por llanuras espesas manchadas de verde, dejándolo apreciar la belleza del reino. A lo lejos, logró vislumbrar un castillo al calce de una pequeña montaña. Al llegar a la torre barbacana, observó con detenimiento el escudo de armas de la casa que antes lo habitaba. Un fauno sentado que tocaba la flauta rodeado de árboles, símbolo que representaba al gremio oracular al que esta familia real había pertenecido. Entró, y en la plaza de armas del castillo sólo halló destrucción. Cadáveres calcinados, abandonados. El caballero se peinaba la barbilla, de arriba hacia abajo, fingiendo parsimonia. Se apeó del caballo y examinó el lugar. Caminó por el adarve y las torres de caballería, inhalando las animas de las familias perdidas. Al llegar a la torre de homenaje, escucho el aleteo del evidente causante de la destrucción del lugar. Grande y con color purpureo, lucía una cicatriz en uno de sus costados. Las escamas hedían a odio y venganza, y su boca expectoraba fuego. El dragón se hallaba en posición de descanso mientras observaba el despertar de la luna, pero rápidamente volteó su cabeza al escuchar el desenvainamiento de una de las espadas más fuertes y mágicas jamás fraguadas en la historia del feudo. Un largo grujido, lastimero y doliente, despertó de su letargo infinito a todos los fantasmas del castillo.





1 comentario:

Kimono azul.

La noche estaba en su auge. La luna llena iluminaba las habitaciones filtrándose por la ventana. Abelardo soñaba que volaba. En el s...