El
cómplice, el íntimo, el amigo; valiente y honesto, inteligente y nada soberbio. Gracias, Sancho, por ser fuente de confianza y
hermandad desinteresada. Gracias por
tu presencia en mi vida, que fue báculo en batallas que yo creía
perdidas. Prepara las armas y las vituallas, amigo Sancho, y montemos, cabalguemos
y viajemos juntos; evitemos envidias y peleas absurdas en conjunto. Demostremos que el amor filial entre gente no familiar
existe y es posible, fuerte y entero. En fin, Sancho mío, gracias por ser mi
escudero.
Archivo del Blog
viernes, 8 de noviembre de 2019
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Kimono azul.
La noche estaba en su auge. La luna llena iluminaba las habitaciones filtrándose por la ventana. Abelardo soñaba que volaba. En el s...

-
La noche estaba en su auge. La luna llena iluminaba las habitaciones filtrándose por la ventana. Abelardo soñaba que volaba. En el s...
-
Con las puntas de su bigotito dorado apuntando hacia arriba, de manera pausada y precavida reptaba por la colina. A no más de tres...
-
El estudiante, con la mano izquierda en el bolsillo de su deslavado pantalón y con la derecha cargando un libro, caminaba junto al...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario