Se
despierta, se encera los cabellos que se resisten a la calvicie y se viste con su juego predilecto, un traje (con detalle en la solapa) color azul Oxford y una corbata
color salmón. Asiste al trabajo, termina la jornada y se regresa manejando, mientras hace berrinche a causa de la mala paga y fantasea que atropella a los kamikazes que cruzan la avenida. Hace explícito su enojo a su familia, gritándoles y maldiciéndoles, así todos los días de su
miserable vida. Un hombre hueco y sin sentimientos, coincidentemente, descorazonado. Tengámosles
compasión, ya que con el tiempo se oxidan y corroen más. No seamos hombres de hojalata.
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